Sistema financiero ético, ¿existe?
Hablamos de que hay, lo creamos o no, los mimbres para un sistema financiero ético, porque disponemos de algunos de los elementos que lo conforman. Esos elementos están en un nivel muy diferente de desarrollo, a menudo en uno primario; el escepticismo nos puede invadir en algún caso, pero hay que resistirse a ello.
Bancos éticos
En cuanto a las instituciones que recogen el ahorro, tenemos bancos éticos —como Triodos, Oikocredit o Fiare— integrados en el sistema financiero convencional y con normas específicas de actuación. Los bancos convencionales que todos conocemos parecen actuar mediante políticas de responsabilidad social corporativa y, a veces, mediante participación en el capital o gestión de instituciones microfinancieras.
En el extremo más cercano al excluido financiero se encuentran, de manera significativa, las instituciones microfinancieras, con decenas de años de experiencia y tecnología de gestión acreditada y analizada.
La relación institucional entre los que captan el ahorro y los emprendedores del sur que lo invierten está implícita en la política de ambos tipos de instituciones. Puede ser mediante participación en el capital, en la gestión o financiación directa, como veremos al hablar de las instituciones concretas.
La relación es más que institucional: los particulares también pueden financiarse unos a otros. La tecnología, las comunicaciones y la financiación uno-a-uno deberán ser objeto de otro comentario.
El caso de Kiva.org, canalizando inversión occidental, o el de M-Pesa, sistema de pagos y transferencias en Kenya son ilustrativos.
En todo lo anterior estamos pensando que los excluidos que necesitan financiación están lejos de nuestras fronteras, pero también se encuentran dentro, y son muchos. ¿Qué instrumentos pueden favorecer la inclusión de estos colectivos? Será de nuevo el impulso a la responsabilidad social corporativa que trata de hacer presentes en las decisiones de las empresas a los grupos de personas que se ven afectados por ellas. También echaremos un vistazo al modelo de banca relacional, la que da más importancia al conocimiento cercano del cliente y su proyecto que a sus antecedentes y garantías, y a modelos internacionales —la Community Reinvestment Act, de Estados Unidos— que favorecen la reinversión de los ahorros dentro de las propias comunidades que los han generado.
Con esos datos y utilizando esos instrumentos, ¿conseguiremos algo? ¿Algunos excluidos tendrán acceso a mayor financiación sin que nos juguemos los ahorros en ello, nuestro dinero se comportará de manera solidaria, de acuerdo a como a nosotros nos enseñaron a comportarnos de niños? No lo sabemos, pero sí estamos convencidos de que ese viaje merece la pena.