El Mercader de Venecia, educador financiero

Cuando pensamos en la educación financiera nos viene a la mente la necesidad de que existan manuales sencillos aptos para todos con independencia de sus conocimientos, una especie de diccionario al alcance de los no financieros. Sin embargo, nos encontramos también referencias financieras de las que podemos aprender en, por ejemplo, el teatro. Como en la obra El Mercader de Venecia, de Shakespeare. ¿La recordamos? ¿Nos paseamos por alguna de sus escenas fijándonos no en la belleza del texto ni en la ironía de la trama, sino en los conceptos financieros que encierra?

Recordamos el argumento: Bassanio necesita tres mil ducados para enamorar a Porcia. Se los prestaría su amigo Antonio, que es rico, pero en ese momento tiene su patrimonio totalmente invertido en unos cargamentos en barco. Bassanio se dirige entonces al banquero Shylock:
Shylock.- ¿Tres mil ducados?…Bien…
Bassanio.- Sí, señor; por tres meses.
Shylock.- ¿Por tres meses?…Bien.
Bassanio.- Por cuya suma, según os he dicho, Antonio saldrá fiador.
Shylock.- ¿Antonio saldrá fiador?…Bien.
Bassanio.- ¿Podéis servirme? ¿Queréis complacerme? ¿Conoceré vuestra respuesta?
Shylock.- ¿Tres mil ducados por tres meses y Antonio como fiador?
Bassanio.- Vuestra respuesta.
Shylock.- Antonio es bueno.
Bassanio.- ¿Habéis oído alguna imputación en contrario?
Shylock.- ¡Oh!, no, no, no, no. Mi intención al decir que es bueno es haceros comprender que lo tengo por solvente. Sin embargo, sus recursos son hipotéticos; tiene un galeón con destino a Trípoli; otro en ruta para las Indias; he sabido, además, en el Rialto, que tiene un tercero en Méjico y un cuarto camino de Inglaterra. Posee algunos más esparcidos aquí y allá. Pero los barcos no están hechos más que de tablas; los marineros no son sino hombres; hay ratas de tierra y ratas de agua; ladrones de tierra y ladrones de agua; quiero decir piratas. Además, existe el peligro de las olas, de los vientos y de los arrecifes. No obstante, el hombre es solvente. Pienso que puedo aceptar su pagaré.
Puesto que de educación financiera hablamos, ¿qué conceptos aparecen aquí?
En cuanto a Bassanio, que necesita el dinero para un negocio cuyas probabilidades de éxito son difíciles de estimar (¿conquistará a Porcia?) y que acude al banquero, en este caso, al usurero, como único recurso real. Las dificultades de devolver el préstamo son claras, por lo que nadie querrá prestarle y tendrá que aceptar las condiciones que le impongan.
¿Por qué no se lo deja directamente su amigo? Pues porque dispone de solvencia —es decir, el cargamento de los barcos vale mucho) pero no de liquidez— hasta que lleguen a puerto. En estas condiciones Antonio no tiene billetes que prestarle, pero sí puede presentar sus barcos como garantía para que, en caso de impago, con el resultado de su venta, se devuelva el dinero. Sería una garantía real, la que se materializa en unos bienes concretos.

El cliente no es un experto financiero, pero el banquero sí. ¿Qué tendrá este en cuenta al prestar dinero?
Primero, que la operación encaja en su distribución general de préstamos (dejar el dinero a diferentes personas que realicen diferentes negocios en diferentes lugares, para disminuir las probabilidades de que fallen en el pago todos a la vez).
A continuación examinará, como haríamos cualquiera al depositar nuestros ahorros aquí o allá, la rentabilidad, seguridad y liquidez de la inversión.
En cuanto a rentabilidad, no hay problema: Shylock es un usurero experto y ya se ocupará de conseguir que le devuelvan mucho más de lo que él ha prestado. En cuanto a liquidez, el plazo es de tres meses, lo que le conviene.
Para obtener seguridad sobre el retorno de su inversión, Shylock podría pedir que se formalizara una garantía a su favor por los galeones en el mar. Se trataría de una garantía real, sobre unos bienes. Sin embargo, como hemos visto, al usurero esa garantía no le parece suficiente y decide añadir otra que Shakespeare, nuestro particular educador financiero, presenta así:
Venid conmigo a casa de un notario, me firmaréis allí simplemente vuestro pagaré, y a manera de broma será estipulado que, si no pagáis tal día en tal lugar, la suma o las sumas convenidas, la penalidad consistirá en una libra exacta de vuestra hermosa carne, que podrá ser escogida y cortada de no importa qué parte de vuestro cuerpo que me plazca.
¡Esta sí que es una curiosa garantía personal!
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