El periodista Martin Aldalur proporciona en el libro Clandestinos, que lleva el lema de ¿qué hay detrás de la inmigración ilegal?, una visión poliédrica de la experiencia de los inmigrantes construida con un gran número de testimonios.
Como indica Gabriel Landoni en el prólogo, el autor “nombra a los innombrables, muestra a los invisibles, a los pobres entre los pobres, legitima a los clandestinos (…) sin ceder a la tentación de idealizar a unos y satanizar a otros. Víctimas o victimarios (…) todos tienen su oportunidad”. Para hablar de los inmigrantes africanos de hoy en día, Martín Aldalur lo hace también con emigrantes españoles de los años cincuenta del siglo pasado, con responsables políticos, cooperantes y miembros de la sociedad que temía por ella misma en los primeros compases de la llegada de inmigrantes en cayucos o pateras.
Muchas experiencias personales mitigan, o compensan, subjetividades parciales y ayudan a que el lector forme su opinión.
¿Por qué los jóvenes se convierten en inmigrantes? Una tarde, en Senegal, el autor observa que los hombres están tumbados, charlando, “mientras que las mujeres, vestidas con sus llamativas telas y con niños anudados a la espalda, trabajaban ahumando el pescado”; pregunta entonces a su acompañante, y luego a las mujeres, por el hecho de que ellas trabajaran más.
“Les pregunté, pero no manejábamos los mismos códigos, se reían mientras seguían con su faena. Esa fue una de las claves para comprender dos cosas que me parecieron de vital importancia. La primera, que tenía que mirar de otra, o reconocer mi mirada como parcial y no trasladar mi universo de valores a todas las situaciones. La segunda, que cada miembro de la familia cumple un cometido. El de muchos jóvenes es partir en cayuco a Europa. La emigración forma parte de una estrategia familiar, de tribu o de clan”
Martin Aldalur indaga en Senegal sobre los motivos más concretos para hacer el viaje y se encuentra con que a la crisis y la falta de perspectivas vitales, que lleva a una sensación de muerte social, se unen cierta fascinación por el estilo de vida, a modo de un sueño europeo similar al antiguo sueño americano de muchos europeos y un deseo de mayor libertad en sociedades que proporcionan a sus miembros mayores grados de autonomía personal. Todo ello se conjuga con un deseo de ayudar a progresar a la familia y conseguir un reconocimiento social.
El libro nos cuenta la importancia de la fe y de los guías religiosos en los lugares de origen —e incluso de destino—, y durante el camino, pero también habla del precio de los cayucos, de la telenovela occidental que se alcanza a ver de mala manera en un receptor en el patio y también del hecho de que nuestro idioma y cultura son más estudiados de lo que sospechamos, y de que somos más observados.
Para hablar de la valla que rodea Ceuta, Martín Aldalur se remonta un par de siglos atrás. “El 7 de Agosto de 1704 la ciudad sufrió uno de los peores asedios de su historia. Mientras la armada angloholandesa la bombardeaba desde el mar, las tropas del sultán Mulay Ismail la sitiaban por tierra. Los tercios de Ceuta aguantaron el embate y la ciudad continuó española. Prueba de este pasado bélicos son las formidables murallas reales y el foso de San Felipe. (…) hoy no es la armada británica la que acecha Ceuta, sino un ejército de hambrientos que, en lugar de arietes, portan débiles escaleras artesanales”.
El autor nos narra un salto a la valla a través de la experiencia, a un lado, de un joven de 19 años proveniente de Guinea-Conakry que lleva un año en el bosque y se llama Amadou, y, al otro lado, de Manuela, una médica melillense de urgencias; heridas, atenciones, contusiones, confusión, la realidad golpea la ciudad.
La política está siempre presente y sus efectos alcanzan a las personas. Martín Aldalur narra las expulsiones al desierto, donde el Polisario rescata a unos centenares de clandestinos cuyo caso consigue con dificultades presentar algún periodista, o la búsqueda de nuevas rutas que realizan los inmigrantes al compás de la externalización europea de fronteras. Un expulsado al desierto es reconocido en Bir Lehlu, a doscientos kilómetros de Tindouf, en la zona del desierto argelino donde el Polisario se encuentra establecido, como la misma persona a la que el periodista había fotografiado junto a la valla de Melilla. Se llama Tomás de Aquino. Una señora a la que conocen en un ferry cuenta la historia de un familiar en buena posición que trató de cruzar por mar hacia Canarias para ganar más y perdió la vida.
Los entrevistados presentan a Martín Aldalur fogonazos de realidad tan evidentes como insospechados. Páginas web que hablan de los métodos para llegar a Europa, entre los que se encuentra seducir a turistas desencantadas. Cayucos que, sabiendo de su existencia en un área determinada son localizados finalmente por el tremendo olor humano reconcentrado, hedor a miseria, que despiden. Las palabras del sepulturero municipal de Antigua, en Fuerteventura. La falta de intérpretes.
El autor nos acompaña al fin al barrio de Lavapiés y su evolución, a las mujeres que han salido de la prostitución y la droga y tratan de ayudar a otras a escapar, a los que tienen dificultades con su trabajo y a los cooperantes que les ayudan, y hasta a las iniciativas políticas, para proporcionarnos en resumen una visión de muchas realidades personales en torno a la inmigración africana que permitan al lector forjarse una posición propia y fundada.