Cuentos y relatos
Una de mis líneas de trabajo es escribir relatos breves.
A veces te preguntan qué escritor o libro te gusta y mi respuesta es siempre la misma:Ignacio Aldecoa y sus cuentos. Cuando, muy joven, me tropecé con ellos, quedé asombrado y admirado, y aun sigo así. Ahí estaba la vida real, el cobrador del tranvía, el boxeador o el maquinista del tren, la tremenda dignidad de lo inmediato, de lo humano, de lo sencillo, y la riqueza y matices de sus descripciones y su vocabulario. Imposible acercarse a nada parecido, pero admirar es sano y obliga a escribir cuentos. Los relatos breves, los cuentos, condensan en pocas páginas una idea, una experiencia o un retazo de vida.
Las novelas desarrollan a través de muchas páginas una historia, y presentar ese desarrollo es su objetivo. Los cuentos te lanzan directamente a una escena, a menudo a una sorpresa, que, si están bien hechos, te afecta y te hace reflexionar. Para mí constituyen un desafío personal al que siempre hay que enfrentarse con la ambición de que la escena muestre el dolor, la ilusión, el cambio de una persona que hay que dibujar en pocas líneas y enfrentarla a su destino en otras pocas. Cuando terminas uno siempre piensas que falta algo; el siguiente será, al fin, el soñado.