La economía y las finanzas son ciencias sociales, no ciencias exactas. Tras los números, los modelos estadísticos y las hojas de cálculo nos encontramos con gente de todo tipo, edad, nivel salarial y educación que compra, vende, consume, trabaja en una fábrica o en una oficina, está sana o enferma, con un montón de personas con sus comportamientos, condicionantes y sus valores. Donde hay personas hay explicaciones humanas. Por tanto, es posible presentar muchos conceptos económicos sin utilizar números, sino solo razonamientos. Ese es el desafío de los libros de divulgación financiera.
Y, puesto que hablamos de personas, nada más natural que hacer un hueco en nuestras decisiones financieras a los criterios y valores que de niños nos enseñaron.
Aquí aparece el concepto de banca ética.
Por todo ello me gusta escribir sobre estos asuntos. Creo que es posible entender cómo funciona el mundo de los bancos, cuál es su lógica y cuáles sus ventajas y que no tiene sentido matarnos a trabajar para luego renunciar a entender qué hace con nuestros ahorros, y por qué, la entidad donde los depositamos. También creo que si, para conseguir esos ahorros y para ir por la vida, actuamos de una manera que, estoy seguro, es honrada y llena de buenas intenciones, es natural que tratemos de que nuestro dinero se comporte de la misma manera. Llamemos a eso finanzas éticas.